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Masterclass de Rubén Pellejero en el Salón del Cómic (sábado) [+ entrevista]

Con el domingo llega el final del Salón del Cómic y, con él, de las masterclass de l’Escola Joso, aunque en este caso nos despedimos de la mano de los principales autores de este país, ni más ni menos que Rubén Pellejero.

Ante semejante trayectoria no es de extrañar que Josep Maria Polls, jefe de estudios de la Joso y maestro de ceremonias de las clases magistrales, se arrancase en elogios hacia Pellejero a la hora de presentarlo. De hecho, fue una pregunta sobre qué ha supuesto para Rubén adaptar el Corto Maltés la que sirvió al artista para introducirnos a lo que sería una hora desgranando cómo realiza unas páginas de Bajo el sol a medianoche.

Como es lógico, Pellejero vio como un desafío el tener que dibujar un personaje de otro autor, más cuando es tan famoso como Corto Maltés. Pero al mismo tiempo también es una experiencia muy placentera, pues él y Hugo Pratt son de la misma escuela, por lo que no se enfrentaba a códigos desconocidos. Además, nos confesó que se moría de ganas de regresar a la aventura tras Dieter Lumpen.

Aún así, no ha querido llevar totalmente Corto Maltés a su terreno, sino que ve necesario respetar una serie de elementos y herencia del personaje. De ahí que en Bajo el sol a medianoche, pese al gran parecido con el original de Pratt, podemos encontrar aspectos de un dibujante con tanta entidad como Pellejero (por ejemplo, su particular uso de la mancha).

Centrándonos en la realización del cómic, y ya con una serie de ejemplos en el proyector en forma de bocetos y diseños previos de la página, Rubén nos cuenta que durante el proceso de trabajo respeta por completo el guión literal que le envía Juan Díaz Canales, pero del aspecto gráfico (composición, etc.) se encarga él en exclusiva, y que la combinación de ambos timones, guión y dibujo, es la que debe cautivar al lector.

Masterclass de Rubén Pellejero (a la izquierda), donde éste nos comenta algunos de los bocetos de Corto Maltés.

 

A la hora de dibujar al propio Corto tuvo en cuenta que en cada aventura el personaje tenía un rostro distinto (más o menos líneas y detalles de la edad y expresiones), por lo que le tocó elegir con cuál de ellos seguía en estos números que llevarían su firma (algo más fácil lo tuvo con el vestuario, mucho más sencillo). Así las cosas, antes de la promoción, optó por un corto mucho más oscuro y sombrío, con el semblante oculto para que el público no se quedase únicamente con que el personaje tenía una nueva cara, relegando la historia a un segundo plano.

Cromáticamente y teniendo en cuenta la importancia del negro y las sombras, el color, hecho a mano por el propio Pellejero, consistió en unas acuarelas muy atenuadas para que no eclipsase en lo más mínimo a las manchas de negro. De hecho, para los fondos utilizaba casi siempre el mismo tono, dándole así un efecto más añejo y setentero, mientras que en los personajes ya había más variedad de colores.

Hablando de personajes, mediante una serie de bocetos inéditos de estos y storyboards de las páginas, Pellejero confirma una de sus principales obsesiones: que el lector lo tenga extremadamente fácil a la hora de leer el cómic, siendo una de sus señas de identidad en la adaptación y compartiendo con Pratt el uso de perfiles para facilitar la lectura.

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He aquí el protagonista de cuerpo entero.

Pero no todo son similitudes; mientras que Hugo Pratt hacía de la síntesis un arte, él necesita muchísimos más elementos para completar la viñeta y transmitir lo que quiere. De hecho, confiesa que esa capacidad de concreción es uno de los principales objetivos a lograr a estas alturas de su carrera profesional.

De nuevo Polls le hace una pregunta, en este caso acerca de las dificultades y anécdotas del proceso, y rápidamente Pellejero señala las escenas y viñetas en que aparece una persecución de coches de carreras. Es algo que no se había visto prácticamente en la obra de Pratt y para él supuso un reto intentar que no pareciese fuera de lugar, especialmente las seis viñetas consecutivas centradas en los neumáticos de los coches. Y para ilustrarlo, qué mejor que una tanda de bocetos y descartes de esa secuencia hasta que logró que encajase dentro del código Pratt.

Respecto a la historia, ésta se ubica después de los acontecimientos de Balada de la Mar Salada, ocupando un nicho entre aventura y aventura, y es autoconclusiva. Bajo el sol de medianoche no guarda continuidad con el resto de historias de Hugo Pratt, ya que pretenden hacer justicia al autor y no saben qué habría escrito o cómo le habría gustado continuar la saga. De todos modos, que no cunda el pánico, ya que nada resultará extraño al lector habitual de Corto Maltés, ya que respetan e incluyen todo tipo de elementos de su universo, amén de guiños a su historia y leyenda.

Pellejero y Homs, durante la clase magistral.
Pellejero y Homs, durante la clase magistral.

Llegados a este punto, y tras las preguntas de los asistentes a la charla, más alguna fotografía junto al autor con autendos propios de Corto Maltés (el fenómeno fan siempre da un toque de color a cualquier evento), llegó el turno de realizarle una serie de cuestiones a Rubén Pellejero que, esperamos, os sean de interés para todos aquellos que queréis hacer del dibujo una profesión:

David: Has hablado de la enorme responsabilidad y placer que supusieron para ti encargarte de una franquicia con tanta personalidad y renombre como el Corto Maltés, de Hugo Pratt. ¿Qué consejos darías a todo dibujante a la hora de enfrentarse a un personaje ajeno?

Rubén Pellejero: De entrada, debería haber una cierta afinidad entre ese personaje y tú, que no es lo mismo uno que ya sea conocido que uno desconocido. En el primer caso siempre es mejor, ya que facilita entrar en su universo o haber entrado ya con anterioridad a trabajar con él, que sería lo más imprescindible.

Luego está preservar en la medida de lo posible tu propio carácter y autonomía; hay personajes más herméticos y que deben ser una copia casi exacta, como Asterix o Tintín, pero siempre que el personaje tenga margen de cambio y te permita evolucionar como autor dentro de ese contexto, debes tenerlo en cuenta.

D.: Se te ha visto muy honesto durante la clase magistral, algo que creo te puedes permitir con tantos años de carrera y con semejante currículum. Siguiendo con esta honestidad, ¿Qué es lo más difícil, más allá del discurso del esfuerzo, que se van a encontrar los dibujantes en el panorama laboral?

R. P.: Sí, siendo sinceros, los editores a los que vas con el book muchas veces te defraudan y rechazan el proyecto, o te lo aceptan en un principio y luego, tras varios meses dedicándole horas y horas, se desentienden y no ves ningún rendimiento. Esa suele ser la realidad en muchas ocasiones. Puedes tener un gran book y una gran historia y el editor ir por otro lado.

Además, es un medio muy competitivo; los editores pueden escoger entre multitud de proyectos y dibujantes. No porque lo hagas mejor o peor que otro, sino porque pueden elegir entre varios, muchas veces te quedas fuera, y algo esencial para sobrevivir en este mundo es la modestia. Si no eres modesto, acabarás creyéndote lo que no eres y si algo es seguro es que siempre encontrarás alguien mejor que tú.

D.: ¿Cuál fue tu formación artística?

R. P.: Un inicio bastante inusual respecto al de hoy en día, ya que no había escuela de cómic propiamente dicha. Fui a la escuela de artes y oficios de Barcelona, donde aprendíamos algunas nociones sobre arte y pintura. Empecé haciendo dibujo publicitario y entré en ese ámbito laboral, con la suerte de dar con un estudio en el que compaginaban la ilustración publicitaria con el dibujo de historietas para el extranjero, por lo que poco a poco fui centrándome en la viñeta y dejando de lado la publicidad.

Así, con 15 o 16 años ya estaba dibujando cómics y me reportaban algún ingreso, pero nada de hablar de autor ni de historias propias; ilustraba guiones ajenos y todo era por encargo.

D.: ¿Es decir, fuiste autodidacta?

R. P.: Sí, sí, mis maestros fueron los grandes autores americanos, argentinos, italianos y, más tarde, los franceses.

D.: ¿Qué ventajas y desventajas tienen la formación académica y la autodidacta?

R. P.: Es evidente que en una escuela te agiliza todo un proceso que de forma autodidacta sería mucho más largo. Poder estar con compañeros y descubrir cosas que por tu cuenta te costaría más o ni siquiera llegarías a descubrirlas, además de acabar redundando en tus tics y errores, es una grandísima suerte. Pensando ahora en ello, me resultan imprescindibles las escuelas, y eso que en mi época no había ninguna. Ahora puedes estar con los profesores al lado, que no son solo maestros teóricos, sino profesionales del cómic, y eso es magnífico.

D.: De entre los nuevos dibujantes hay alguno que te llame especialmente la atención?

R. P.: El que me fascina últimamente es Oriol Hernández. Me encanta, tiene muchísima personalidad.

D.: ¿Y de entre los grandes clásicos cuáles recomendarías a toda la nueva hornada de dibujantes?

R. P.: Alex Toth, Alex Raymond, Alberto Breccia si tiendes hacia el dibujo realista no puedes dejar de observar a esos grandes autores norteamericanos y europeos.

D.: Finalmente, ¿Qué nos depara Rubén Pellejero después de Corto Maltés?

R. P.: Otro número de Corto Maltés, pero antes de éste saldrá en Francia una obra bastante larga, de unas 300 páginas, que quedó interrumpida por Bajo el sol de medianoche, y no tiene nada que ver sobre lo que he hecho anteriormente: va sobre el mundo del rock en la década de los 70 y será un formato bastante diferente al que estoy acostumbrado.

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