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Masterclass de Cyril Pedrosa en el Salón del Cómic (sábado) [+ entrevista]

Hablar de Cyril Pedrosa es hablar de alguien que ha ganado prácticamente todos los premios y reconocimientos por haber, pero, sobre todo, de alguien que se ha hecho a sí mismo cómic tras cómic. De la misma manera que su obra iba ganando seguidores, su estilo ganaba una naturalidad y soltura que van como un guante al tono emotivo e intimista de sus últimas historias.

Aunque, como decíamos, todo esto no es por azar, sino que requiere de esfuerzo y, sobre todo, constancia y conciencia, algo de lo que Cyril (gracias a un descuido, ya que olvidó el pendrive donde tenía preparada una masterclass sobre las páginas de Los Equinoccios) nos dio buena cuenta en una charla acerca de su búsqueda del estilo. Pero no aquel que se logra a base de dibujar, sino el que, además, precisa escarbar en lo hondo de uno mismo, ponerse a prueba constantemente y obligar ya no solo al cuerpo, sino a la mente a ser capaz de conectar y desconectar a voluntad de lo que está dibujando.

 

 

Pero vayamos por partes.

Primeramente, Pedrosa arrancó con sus inicios en el mundo del dibujo y la animación de la mano de Disney, justo tras salir de la escuela de imagen Gobelins. Durante el tiempo que estuvo trabajando para el gigante estadounidense aprendió disciplina en un medio extremadamente técnico, poniéndose al servicio de un producto y estilo ajenos, olvidándose del propio. Para ello era necesario aprender un lenguaje y vocabulario que no te pertenecen; así, durante su participación como asistente de animación para El Jorobado de Notre Dame y Hércules su labor consistía en recibir dibujos crudos, abocetados y llenos de vida, y matarlos. Sí, quitarles toda esa fuerza reduciéndolos a una sola línea que pudiera animarse posteriormente. Durante el año y medio que pasó realizando esa tarea interiorizó esa metodología hasta tal punto que le costó muchísimo tiempo ya no solo superarlo, sino tan siquiera darse cuenta de ella.

Porque tras dejar Disney y ponerse con la serie Ring Circus seguía reduciendo inconscientemente el dibujo a una línea sin vida, sin energía. Había perdido esa capacidad debido a que controlaba en exceso el dibujo y lo sometía a una serie de estrictas reglas(proporciones, movimiento, etc.). Es decir, a nivel técnico dibujaba excelentemente, pero a nivel personal en absoluto.

Cyril Pedrosa y su intérprete frente a la audiencia.
Cyril Pedrosa y su intérprete frente a la audiencia.

A todo ello se le sumó un segundo problema, en este caso colaborativo: todo el cómic que había leído estaba firmado por un guionista y un dibujante, por lo que, lógicamente, él hizo lo propio. No duda en reconocer que gracias a su trabajo junto a David Chauvel aprendió muchísima narrativa y que había que poner el dibujo al servicio del guión, pero Cyril, como neurótico (sic) que es, lo llevó hasta el punto de que se obsesionaba con contentar al guionista, no al guión.

Así pues, en una situación profesional por la que muchos firmarían, es decir, con 30 años y más de cinco álbumes publicados, Pedrosa se dio cuenta de que no estaba satisfecho con los resultados, llegando a plantearse abandonar el mundo del cómic para regresar a la animación o algún otro sector más «mecánico». Por suerte para él y para nosotros, optó por la vía difícil identificando y eliminando todo aquello que le constreñía como dibujante, derivando en una serie de decisiones y remedios:

  • Dejó de trabajar con guionistas. Pese a que estaba muy a gusto con David Chauvel, la única manera de poder insuflar toda la vida y emoción que deseaba a sus dibujos era no depender de un guión ajeno, ya que se volcaba en satisfacer a la persona que había detrás.
  • A partir de su primer álbum en solitario, Las tres sombras, intenta colmar sus necesidades creativas en cada uno de ellos y así librarse de hábitos gráficos adquiridos. Es decir, había pasado tantísimas horas dibujando que al final lo hacía por inercia, sin ser consciente o pensar en lo que estaba plasmando sobre el papel, y eso debía terminar: hay que ser plenamente consciente de lo que dibujas en cada momento, por más que cueste dejarse llevar por la técnica que has aprendido.
  • Finalmente, en Portugal dio con una solución eficaz: engañar a su propio cuerpo vetando automatismos y costumbres, y para ello, paradójicamente, marcó una serie de reglas a la hora de dibujar, como no repetir ningún dibujo. Para ello se inspiró en Moebius, quien consideraba un error no como tal, sino como una muestra de la evolución artística que hay que incorporar a tu obra. ¿Que no te ha salido bien la viñeta? Pues no pasa nada, la modificas en la medida de lo posible pero sin desecharla, que forme parte del conjunto. De ahí salieron, por ejemplo, muchas de las transparencias que hay en los paisajes y escenarios de Portugal, ya que en no pocas ocasiones Cyril se olvidaba de añadir personajes o elementos y decidió dibujarlos encima y colorearlos con acuarela. Debido a esos errores e imprevistos te ves obligado a modificar la hoja de ruta establecida para encontrar soluciones gráficas al respecto y estrujarte la mente.
  • Pese a estar bastante satisfecho con los resultados de Portugal, en Los Equinoccios no quiso mantenerse en la zona de confort y aprovechó una situación inesperada que a cualquiera le habría puesto los pelos de punta: para entregar a tiempo, debía trabajar a diario durante año y medio, sin fines de semana ni vacaciones. ¿Las manos a la cabeza? ¡No, directas hacia el lápiz! Con semejante panorama tenía que eliminar el tiempo de vacilación y de dudas sobre las soluciones y planteamientos que aplicará en cada página, por lo que se forzó a empezar cada hoja desde cero, sin planificación previa y como una huida hacia adelante. Cada día era una aventura, lo cual, además de ser más excitante, te obliga a buscar todavía más soluciones creativas sobre la marcha.
  • Otro añadido que llegó sin previo aviso, aunque hasta cierto punto podía esperarse, fue el agotamiento físico: cuando inviertes tantísimas horas dibujando, tu mano acaba hecha polvo y afecta a tu dibujo: los trazos son más irregulares, menos controlados y, en definitiva, diferentes. Ante esto, Cyril se mostró contento por la heterogeneidad que daban al conjunto. Eso sí, nos desaconseja rotundamente buscar la fatiga y que no tomemos esto último como un método, sino como una consecuencia derivada del trabajo duro.

 

Todo el público atento a una charla que estaba llegando a su final.
Todo el público atento a una charla que estaba llegando a su final.

Y así, llegados a este punto, acabó el tiempo de la charla y quedó un auditorio enmudecido ante un hombre que nos había contado todo lo honestamente que podía sus demonios y fantasmas profesionales. El aplauso fue sonoro y más que merecido, y tras una pequeña avalancha de dibujantes que querían mostrarle los sketches que habían hecho del propio Cyril mientras daba la conferencia, servidor se vio en la obligación de realizarle una pequeña entrevista:

David: Tu charla ha girado en torno a las reglas y hábitos de dibujo y cómo estos pueden acabar oprimiendo y asfixiándote artísticamente. En base a esto, ¿Cuál es tu opinión sobre las escuelas de cómic y dibujo?

Cyril Pedrosa: Hay muchas diferencias; para empezar no sé si aquí es como en Francia, pero allí tenemos como una veintena o treintena de escuelas y academias de cómic y todas tienen su propio estilo y maneras de enseñar, algunas son muy academicistas mientras que otras son muchísimo más proclives a que el alumno encuentre a su manera su estilo.

Dicho esto, mi opinión es que debe haber un equilibro entre ambas corrientes. Por supuesto que aprender conocimientos y herramientas académicos es útil y puede ser incluso suficiente, pero todo alumno debería preguntarse «¿Quién soy? ¿Qué quiero? y, sobre todo, ¿Por qué hago cómics y qué clase de autor quiero ser?», pues incluso alguien que apenas tenga nociones de dibujo puede llegar a ser un gran autor. Y estoy convencido de ello, porque pese a que evidentemente el talento importa, también es una cuestión de que si a diario trabajas y te esfuerzas para conseguir algo, tarde o temprano lo lograrás.

Además, solo preguntándote y descubriendo qué clase de persona eres y, sobre todo, qué quieres hacer en lo referente al cómic y al arte para podrás aprender y ser enseñado de un modo eficaz.

D.: Entrando en supuestos, ¿Prefieres tu caso, en el que tras pasar por la escuela has tenido que trabajar la capacidad de poder dibujar libremente o, por el contrario, crees que de haber sido autodidacta todo habría resultado más fácil?

C. P.: ¡Preferiría haber nacido con la capacidad de dibujar libremente! (risas) No sé, como Pablo Picasso, o un artista como David Bowie, con la capacidad de reinventarse y generar cosas nuevas constantemente, ¡Pero es que eran únicos! Hay que asumir que a todos nos gustaría ser como ellos, con ese fuego interior, pero es necesario recorrer un largo camino para aprender y avivar esa pequeña llama que llevamos dentro. Y en ese camino no hay una regla válida para todos los casos.

Por ejemplo, hay estudiantes que van a contracorriente de todo lo que les dicen en la academia, mientras que otros lo siguen porque se sienten cómodos con lo que aprenden; dicho esto, lo importante es que tú te sientas bien, esa es la señal de que vas por buen camino. Si notas que lo que te enseñan es demasiado academicista, lucha contra ello, si tu profesor es bueno, lo comprenderá, ya que todos pasamos por algún momento en el que cuestionamos todo lo aprendido, pues buscamos ser diferentes y singulares, y esto siempre es interesante.

D.: Has hablado sobre tu liberación artística, pero dentro del ámbito laboral esto no siempre es fácil; ¿Puedes dar algún consejo a los nuevos dibujantes respecto al trato con editores o las facetas más oscuras de la profesión?

C. P.: Si quieren un consejo, que lean muy atentamente cualquier contrato antes de firmarlo, y si no entienden o no están de acuerdo con algo, que lo digan, por favor, que esto no influirá en si vais a tener éxito o no; de hecho, si no reclamáis lo que os toca, jamás triunfaréis.

Porque, de acuerdo, si es vuestro primer contrato con toda probabilidad estaréis en una situación muy desfavorable y la editorial en una muy ventajosa. De hecho no os saldréis con la vuestra en más del 90% de los casos. Pero pese a que encadenéis un contrato malo con otro, el que luchéis por unas mejores condiciones marcará tanto vuestra relación con los editores como configurará vuestro ambiente laboral, y eso es esencial para determinar cuán libres y cómodos querréis trabajar.

También tenéis que tener en cuenta que difícilmente os haréis ricos dibujando cómics, que no es una cuestión de dinero, sino, sobre todo, del tiempo que os llevará hacer el encargo y el esfuerzo que deberéis invertir en él. Los editores lo saben, por supuesto, pero como son una empresa y estamos en un sistema capitalista, intentan conseguir el máximo beneficio con el mínimo coste, y ese coste sois vosotros, así que debemos girar la tortilla e intentar obtener de ellos lo máximo, porque cuanto más tiempo consigamos, más libremente dibujaremos.

¿En España tenéis algún sindicato de dibujantes o ilustradores?

D.: No, tenemos algunas asociaciones, pero no un sindicato.

C. P.: Ya, como en otros tantos países. Bueno, intentad tejer un contacto entre profesionales, hablad con dibujantes más experimentados, que siempre tienen más consejos y recomendaciones, o si fuera posible, pensad en qué aspectos de los contratos os afectan a todos y cómo podéis presionar para cambiarlos.

D.: Finalmente, te libero de la entrevista si me dices qué artistas de cómic te llaman más la atención.

C. P.: Hay muchos. Por ejemplo, franceses me encantan Blutch y David Prudhomme. Al primero no lo conozco personalmente, pero a David algo más, y me fascina como siempre están intentando ofrecer algo nuevo. Siempre se ponen a sí mismos fuera de la zona de confort, intentan llevar más allá sus propios límites y dibujar todo lo que quieran, son unos artistas increíbles.

D.: Pues muchísimas gracias por la entrevista, Cyril. ¡Un placer tenerte en el salón!

C. P.: ¡Muchas gracias a vosotros!

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